Rivera
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Ana Leonor Rivera López nació en Tlatelolco, Ciudad de México, el 19 de septiembre de 1966, en un año en que se transmitía por televisión el primer episodio de Batman, con Adam West y Burt Ward; Indira Gandhi se convertía en Primera Ministra de la India y en la Luna aterrizó la sonda soviética Luna 9, que envío imágenes del Mar de las Tormentas a la Tierra. También se publicó el libro Ancho mar de los Sargazos, de Jean Rhys, y en la radio sonaba Scarborough Fair de Simon and Garfunkel.
Cuando Ana Leonor era niña, las pirámides de Tlatelolco no estaban cercadas, entonces las podía visitar libremente. Le encantaba ir a jugar en la zona arqueológica, pensar cómo vivían nuestros antepasados, cómo construyeron las pirámides e imaginar el modo en que los españoles construyeron con esas mismas piedras sus templos.
Otra cosa que le gustaba hacer de pequeña era subir a una de las torres de la unidad en la que vivía, llegar hasta el piso 25, y con su telescopio de juguete ver la Luna y las estrellas. En esa época también leyó un libro sobre los griegos, donde aparecía la historia de Hipatia, la mujer que cuidaba la biblioteca de Alejandría. Le parecía fascinante que hubiera existido una matemática, encargada de resguardar el conocimiento del mundo.
En 1973, cuando Ana Leonor tenía siete años, la sonda Pioneer 10 llegó a Júpiter. Las imágenes que obtuvo dicha sonda dieron la vuelta al mundo a través de la televisión. El periodista Pedro Ferriz hizo una transmisión en vivo desde la NASA, donde entrevistaba a varios científicos. A la niña le emocionó ver que había adultos cuyo trabajo era preguntarse cómo era el Universo. Ella pensó: “¡es fabuloso, los científicos se hacen preguntas interesantes todo el tiempo!”. Entonces, decidió que quería estudiar los planetas y se dio cuenta de que tenía que cursar la carrera de Física para hacerlo.
Dicha decisión causó algo de sorpresa en su familia. Su padre era abogado y su madre estudió música. Entonces, en su familia no había científicos y nadie entendía lo que haría Ana Leonor si estudiaba Física. Se imaginaban que aquellos que cursaban dicha carrera solamente eran profesores, y que no tenían otro trabajo.
Pero Ana Leonor siguió interesada y logró ingresar a la Facultad de Ciencias de la UNAM para estudiar Física y después convertirse en astrónoma. Al principio le costó mucho trabajo y estaba desanimada. Al final del primer semestre pensó: “tal vez debería dejar esto y convertirme en abogada”.
Fue entonces cuando asistió a una plática de la astrónoma y divulgadora de la ciencia Julieta Fierro. Al final de la conferencia se acercó a ella y le dijo: “estoy fascinada por lo que haces, pero creo que voy a renunciar a la Física”. Julieta le preguntó: “¿por qué?” y Ana Leonor le contestó que era porque creía que no era buena para la ciencia. Julieta le dijo: “seguro tú vienes con un mal espíritu. Quieres entender todo, y si no entiendes todo, no quieres hacer nada. No te preocupes, a todos les va mal en los primeros semestres y hay conceptos que se entienden muchos años después”. Después de esa plática, Ana Leonor decidió continuar con la carrera que había elegido.
Durante sus estudios encontró algunas personas que le hacían comentarios negativos como: “mira, puedes resolverlo a pesar de que eres mujer”, “la física es profesión de hombres”, “no te apures, trataremos de ayudarte a que puedas hacer el experimento, aunque seas mujer”. A pesar de ellos siguió con su carrera y encontró varios profesores que la inspiraron como Eugenio Ley Koo y Virgilio Beltrán.
Para realizar su tesis de licenciatura, Ana Leonor estudió una técnica experimental fluorescente para analizar materiales dopados. Su tutor fue el Dr. Jorge García Macedo. En ese período se dio cuenta de que el trabajo experimental en México es muy complicado, pues los equipos fallan, los materiales tardan meses en llegar y no siempre son lo que se pide.
Las labores de investigación muchas veces dependen de terceros, que no permiten que los expertos avancen a su ritmo. Desde ese momento, Ana Leonor empezó a admirar mucho a los experimentales. No obstante, actualmente se dedicada al trabajo teórico, en particular al análisis de datos libres o de datos adquiridos por sus colaboradores.
Cuando terminó la licenciatura, entró a una Maestría en Estudios Espaciales en la UNAM. En su tesis mostró la correlación entre los hoyos polares solares y las tormentas geomagnéticas intensas. Fue su primer trabajo en Ciencias Planetarias, y lo “disfrutó completamente”.
Su tutora fue la Dra. Silvia Bravo, del Instituto de Geofísica. Durante ese posgrado se reunía constantemente con otros estudiantes de maestría, no solamente para estudiar, sino para participar en el planteamiento de numerosas preguntas sobre los planetas. Ahí empezó a convertirse en científica.
Al finalizar la maestría, había decidido irse a Maryland a hacer un doctorado, pero por cuestiones personales cambió de opinión y decidió quedarse en México a continuar sus estudios. Su doctorado fue en Física y trabajó sobre Métodos de Lie en Óptica.
Fue un trabajo teórico en el que aprendió las herramientas matemáticas que ahora utiliza en su investigación. Sus tutores fueron el Dr. Bernardo Wolf, que pertenecía a la que entonces era la sede del Instituto de Física en Cuernavaca y el Dr. Serguei Chumakov, del Instituto Lebedev de Rusia.
Ella comenta que su experiencia fue muy interesante, pues se dio cuenta de que para hacer ciencia se requiere saber matemáticas. La formación rusa es muy estricta, y tuvo que desarrollar técnicas para aprender por su cuenta, lo cual le ha servido durante toda su vida académica. Además, en ese periodo entendió la importancia de programar un espacio de tiempo cada día para dedicarlo a la investigación, a pensar y a formular preguntas.
Ana Leonor comenta que nunca he tenido problemas para conseguir trabajo. Ser madre no la frenó, sino solamente complicó sus tiempos, pues cuando su hijo era pequeño tenía que dedicarle varias horas, pero ahora que es más grande, puede dedicar más tiempo a su investigación.
Al terminar su doctorado realizó una estancia posdoctoral en el Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, bajo la dirección del Dr. Alejandro Frank Hoeflich, donde estudió el potencial de Morse, con las herramientas de la función de distribución de Wigner que aprendió en su doctorado. La experiencia resultó muy enriquecedora para ella pues, además de trabajar con un investigador extraordinario, encontró un entorno muy motivador, donde se llevaban a cabo trabajos de frontera y donde los investigadores siempre estaban dispuestos a platicar sobre su trabajo, que los apasionaba.
Cuando finalizó la estancia posdoctoral, consiguió una plaza en la Universidad Autónoma de Morelos y trabajó ahí durante dos años, pero en la institución había problemas fuertes de financiamiento, y muchas veces los académicos no recibían sus pagos.
Por ello, decidió incorporarse al Instituto Mexicano del Petróleo como investigadora, aplicando la física a la detección de yacimientos petroleros. Ahí estuvo dos años, pero ese trabajo no era lo que ella quería hacer el resto de su vida.
Lo comentó con el Dr. Víctor Castaño, quien la invitó a trabajar en el Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada, en el Campus Juriquilla de la UNAM. Ahí ayudó a crear la Licenciatura en Tecnología. Después hizo un sabático en una empresa llamada Geoprocesados, buscando yacimientos petroleros usando técnicas de física.
Lo que más disfruta la Dra. Ana Leonor Rivera de su trabajo es entender los principios fundamentales de los sistemas complejos. En el futuro le gustaría obtener parámetros que puedan alertar cuando los seres vivos nos estamos alejando del control homeostático, o cuando el planeta sufra cambios que hablen de que el sistema se está enfermando. Quiere continuar toda su vida haciéndose preguntas y buscando respuestas a las mismas, leyendo, modelando, calculando y discutiendo estas ideas con su grupo de trabajo.
En 2015 regresó a trabajar como investigadora al Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM a partir de una serie de casualidades: un día asistió a un congreso de analisis de series de tiempo fisiológicas, tema que siempre le había llamado la atención y ahí conoció al Dr. Rubén Fossion quien la invitó a dar un seminario en su grupo, que en aquella época estaba lidereado por Alejandro Frank. Él la apoyó para que continuara su trabajo como miembro de la dependencia, donde actualmente se desempeña como investigadora Titular B, donde trabaja en el área de Sistemas Complejos.
Actualmente se dedica al modelado y al análisis de series de tiempo principalmente fisiológicas y atmosféricas. Por ejemplo, ella y su grupo han mostrado que la contaminación atmosférica en la Ciudad de México aumenta debido al efecto de factores meteorológicos, y no solamente por la cantidad de automóviles en la ciudad.
También trabaja con problemas de complejidad y salud, proponiendo parámetros que sirvan como biomarcadores característicos de las señales, y un modelo de control homeostático a través de redes fisiológicas para entender la salud humana. Su mayor reto es buscar parámetros que nos puedan llevar a una “medicina personalizada”.
Ana Leonor usa las nuevas herramientas de los sistemas complejos para abordar el estudio de las enfermedades, por ejemplo la diabetes, desde nuevas perspectivas, que podrán ampliar las posibilidades de entendimiento, diagnóstico y solución. Este trabajo transdiciplinario se ha enriquecido por su colaboración con el Dr. Pablo Rudomín, Premio Príncipe de Asturias y con algunos de los pilares de la medicina en México, como el Dr. Carlos Alcocer Cuarón y el Dr. Bruno Estañol.
Recientemente también ha empezado a colaborar con el grupo de la Dra. Alicia Negrón, Investigadora del ICN, aplicando un modelo llamado “Modelo de presa-depredador”. Éste consiste en un esquema en el que hay lobos y conejos.
La población de conejos crece, hasta que se los comen los lobos. La población de lobos crece, hasta que ya no hay conejos que comer. Esto se puede modelar fácilmente con retículas desde las ciencias de la complejidad. Cuando le habló sobre este modelo a la Dra. Negrón, experta en estudios del origen de la vida, ésta se dio cuenta de que así podrían modelar las reacciones químicas en moléculas irradiadas. De este modo, Alicia Negrón y Ana Leonor Rivera han iniciado una fructífera colaboración interdisciplinaria.
En su tiempo libre, a Ana Leonor le encanta leer, ver películas, escuchar música, cocinar, hacer rompecabezas, jugar ajedrez y viajar. Su lugar preferido es su casa. Los libros que más le gustan son El señor de los anillos, las obras de Juan Rulfo, Jorge Luis Borges y Gabriel García Marquez.
Le divierten las películas de superhéroes. Disfruta las pinturas de Velazquez y de Vincent van Gogh, además de las esculturas de Miguel Ángel. Sus musicos favoritos son los clásicos, como Beethoven, Mozart y Rachmaninov, pero también disfruta a Queen y a los Beatles.
Si una joven quisiera estudiar física, Ana Leonor le diría que es una profesión llena de satisfacciones y retos: “si una chica es curiosa y tiene ganas de aprender y de entender el Universo, entonces debe ser científica. Es un trabajo duro, pero es fascinante encontrar las respuestas a las preguntas que uno se hace. Hay mucho que aprender y todos los días son diferentes al anterior. Nunca se va a aburrir”.
Instituto de Ciencias Nucleares, UNAM. 2021.
Responsable de contenidos: Dra. Carmen Ortega. Página web, diseño e ilustración digital: Mtra. Aline Guevara. Edición de textos: Dra. Gabriela Frías/UCC-ICN. Código original: Ing. Gustavo Gómez Macías/GozDeveloper. Fotografías: A. Guevara/UCC-ICN; Linda Lasky; Adrien Olichon, Ryan Shumway y Josh Rose/Unsplash.