Guevara
"Un hombre es lo que hace,
con lo que otros hicieron de él".
- J.P. Sartre
PÁGINA PERSONAL
Aline Guevara Villegas nació en 1974 en la Ciudad de México. Creció en Iztapalapa, en una casa de mujeres independientes que se apoyaban entre sí: su mamá Lucila, su abuela María Luisa, y su hermana, Lucila. Su padre se fue cuando ella era muy pequeña, pero dejó una colección de revistas y libros sobre ciencia y tecnología. Además su mamá, fanática de la ciencia, la ciencia ficción y los cuentos de terror, tenía libros de medicina y siempre procuraba conseguir libros de cuentos y de ciencias para sus hijas. Todas las noches les contaba un cuento: “He llegado a saber, ye Monarca, el afortunado…”
Aline hojeaba una y otra vez las revistas y los libros del librero, sobre todo cuando no había más que hacer, pues jugar en la calle era peligroso en su colonia. Coloreó los distintos grupos de zorros de los libros sobre evolución y los homínidos de los árboles de la genealogía de la humanidad. Esperaba con ansias la serie Cosmos, de Carl Sagan, y cuando le regalaron el libro lo leyó con avidez. Desde entonces es su libro favorito. Ella quería ser astrónoma o astronauta.
En su escuela, un colegio de monjas, tuvo excelentes profesores, sobre todo de secundaria: siempre disfrutó de las matemáticas, la química, el español, el civismo y la geografía. Le explotaba la cabeza con asombro ante las demostraciones o las estructuras. Víctor Linares, su profesor de
biología, la enamoró por siempre de la ciencia: le enseñó un laboratorio, a pensar en experimentos, a reportar lo observado y a valorar nuestra capacidad de pensar.
Otra pasión de Aline era la música. Desde muy pequeña escuchaba heavy metal con sus primos: jugaba a tener tiendas de discos y a que tenían un grupo de metal. Dibujaba las portadas de Scorpions, de Judas Priest y de Mötley Crüe, su grupo favorito. De Nikki Sixx, el bajista de la banda, aprendió que nadie debe hacerte menos por ser quien eres. Para Aline, ésta se volvió su frase de vida.
Como la música era lo más importante en su adolescencia, terminando la secundaria hizo el examen en la entonces Escuela Nacional de Música de la UNAM, y se integró a la orquesta juvenil de su delegación. Aprendió a tocar cello. Fueron años muy felices y conoció a grandes amig@s, pero algo le faltaba: extrañaba la ciencia. Su mamá le dijo: “Te lo advertí. Tu cerebro te va a pedir números”.
Pero Aline se percató de que su mente no era de especialista. No podría ser solo física o solo música. Le gustaban muchas cosas en muchos rubros distintos, pero corría el peligro de no lograr nada por querer hacerlo todo. Eso la obligó a pensarlo bien y se inscribió en la Preparatoria no. 2 de la UNAM.
Y al elegir carrera, retomó el camino que un buen día deseara al ver a Carl Sagan en su serie: no sería ni científica ni instrumentista. Sería divulgadora de la ciencia. Así podría poner en práctica todo lo que le gustaba. Su mente era generalista.
Aline había aprendido desde la infancia que la ciencia era fuente de conocimiento verdadero y seguro. Quería que otros pensaran “como científicos” y que se sirvieran de la ciencia para tomar decisiones. Siempre le había gustado la física, pero escogió inscribirse a la entonces Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM para estudiar comunicación gráfica: todos los divulgadores necesitan un medio para expresar la ciencia, pensó. Ella lo haría con imágenes.
A media carrera, una tarde, Aline tomó su carpeta de diseño y se fue a abordar a Julieta Fierro al Instituto de Astronomía de la UNAM. Le dijo que cuando terminara su carrera regresaría para ser su aprendiz de divulgación. Tiempo después, con todos los créditos de la licenciatura ya obtenidos, Aline regresó con Julieta y le dijo “estoy lista”. Julieta la llevó consigo a la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, o DGDC, pues la investigadora comenzaba su periodo como directora allí. Nunca podría agradecer Aline lo suficiente a Julieta Fierro, por el hecho de aceptar ser su primera mentora.
¡Qué gran oportunidad tuvo Aline en DGDC! Aprendió de divulgación, tomó el diplomado y conoció a muchísim@s divulgador@s que luego se convertirían en sus querid@s amig@s y colegas, quienes siempre le enseñaron con amabilidad, generosidad y paciencia.
Aprendió del trabajo organizado y en equipo como becaria del área de Multimedia, a cargo de Manuel González Casanova y Adriana López Ridaura. Sus primeras oportunidades laborales también transcurrieron allí. Se había convertido en divulgadora de la ciencia.
Pero había un problema: no dejaba de incomodarle la jerarquía entre personas que se daba por sentado en muchos proyectos de divulgación; en ocasiones se trataba a la gente como si fueran menos importantes o menos inteligentes que los expertos, y eso le molestaba mucho a Aline. Nadie tiene por qué ser humillado por su forma de vida, ella recordó.
Por si fuera poco, en el diplomado las clases de Carlos López Beltrán, de Luis Estrada y de Gerardo Hernández le habían cuestionado fuertemente la idea de que con la ciencia “todo se arregla” y de que la gente “piensa mejor” si sabe ciencia. Además, para entonces ya conocía a científicos que no necesariamente eran mejores personas solo por ser científicos.
Para rematar, en Multimedia se topó con un artista y filósofo político, Emilio Allier, que le cuestionó su modo de concebir la ciencia: sobre las nociones de objetividad, racionalidad, conocimiento, el famoso método científico, y sobre la verdad y la realidad... Aline nunca pudo responderle con lo que ella había aprendido que era la ciencia.
Con algunos amigos colegas de la DGDC comenzó a leer sobre filosofía y sociología de la ciencia. Fueron momentos llenos de gusto, aprendizaje y placer al compartir con ellos. Y cuando supo que había un posgrado en filosofía de la ciencia recién inaugurado con una línea terminal en comunicación de la ciencia en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, decidió inscribirse. Fue una enorme fortuna. La filosofía es uno de los grandes encuentros en la vida de Aline.
La maestría en Filosofía de la Ciencia cambió radicalmente el camino de Aline como profesional. La ciencia dejó de ser ese ideal inalcanzable y perfecto al que todos deberíamos aspirar a imitar; también dejó de ser la única solución a todo problema, pero se convirtió en algo más interesante: una actividad humana, conjunta, con una alta capacidad para gestionar y producir las regularidades, los fenómenos, de lo que puede o no pasar con nuestro mundo.
Por ello, pensó Aline, nos convenía a todos hacernos responsables por las formas como generamos, implementamos, usamos, enseñamos y comunicamos las ciencias y las tecnologías en nuestras sociedades. Para Aline, la ciencia y la tecnología se habían convertido en algo necesario, pero nunca suficiente, para garantizar nuestra supervivencia como especie. Se convenció de que en la comunicación de la ciencia también deben incluirse las voces de otros actores, otras realidades y otras experiencias para enfrentar los retos de la humanidad. Desde entonces, Aline supo que para hablar de lo que importa, no sólo pueden hablar unos cuantos expertos, pues lo son apenas en un aspecto acotado de la vida: tienen un límite. Por ello es que juntos debíamos decidir.
Al mismo tiempo, mientras estaba en Multimedia, Aline tuvo la oportunidad de trabajar en un proyecto de cómic con la Dra. Julia Tagüeña y el Dr. Jorge Flores. Debía hacer personajes y narrativas con un guión sobre mecánica cuántica para una nueva sala del Museo Universum.
Tiempo después, la oportunidad que Julia le ofreciera a Aline con el cómic, se convertiría en otra más, cuando hubo una convocatoria para estudiantes del posgrado para ir al Centro Europeo para la Investigación Nuclear, CERN, en Ginebra, Suiza, para aprender sobre física de partículas y de altas energías.
Julia le dijo a Aline: “ya manejas tu medio y ya sabes de divulgación. Pero te falta saber algo más. Lo que a ti te falta es que aprendas física”. Aline comenta que nunca podrá agradecer a la Dra. Tagüeña lo suficiente por la experiencia, el aprendizaje y la oportunidad trascendental.
En su estancia en el CERN, Aline pudo colaborar como becaria del Grupo de Educación, con el Dr. Rolf Landua, mientras hacía su último semestre de maestría a distancia.
En Ginebra, Aline aprendió que los monstruos personales no se quedan en tu país cuando te vas. Te acompañan a donde vayas, porque los llevas sobre los hombros. El aprendizaje que se trajo de Suiza consistía en reconocerlos y trabajar para quitárselos de encima.
Al regresar a México, Aline había sido aceptada para hacer un doctorado en Alemania y convertirse en investigadora en historia de la ciencia. Podía cambiar el rumbo de vida “a algo mejor”. Pero había un problema: en su interior ella sabía que de irse, no sería ya comunicadora de la ciencia… Sería investigadora. Y había visto cómo la investigación requiere de una personalidad concentrada en un tema, una disposición que ella no poseía. También había visto cómo muchos investigadores vivían continuamente angustiados por publicar, en vez de investigar con paciencia y cuidado, como se hace todo lo que vale la pena. Simplemente no podían hacerlo aunque quisieran. Detestó la idea de vivir bajo la amenaza de publish or perish.
Por si fuera poco, el posgrado y la estancia la habían dejado agotada, con muchas inseguridades porque todavía había que titularse de la maestría, y con una tesis que debía escribir al vapor y en poco tiempo para alcanzar
los tiempos de inscripción al doctorado. Además se rompió un brazo y casi pierde la movilidad. Pasó un año en rehabilitación con mucho dolor, cansancio e inseguridad. Pensaba, abrumada: “Sólo una tonta dejaría pasar la oportunidad.”
Estaba profundamente deprimida: el dementor vivía en ella. Y con ese estado ya no pudo leer, ni dormir, ni descansar, ni seguir. Al reconocer que necesitaba ayuda, Aline se fue a terapia. Además aplicó lo que había aprendido desde la filosofía para cuestionar su propia ruta de existencia. Michel Foucault fue fundamental.
Con terapia y filosofía aprendió a distinguir la presión del deber ser, a frenar al monstruo de la inseguridad que responde a esa presión, y cómo distinguir lo que es urgente, de lo importante y lo deseable. Hizo listas para ordenar lo que de su vida iba en cada rubro, una y otra vez.
Aceptó que el doctorado era deseable, pero nunca urgente.
Decidió no irse a Alemania, y retomó el trabajo como asesora de comunicación visual de la ciencia para una empresa que hacía comunicación y museografía para exhibiciones de ciencia y tecnología, a cargo de su hoy querido amigo, Luis Hernández Gómora.
Una vez que pudo volverse a concentrar como profesional, la fortuna volvió: Aline recibió una invitación de su entrañable maestra, colega y amiga, la Mtra. María Emilia Beyer, para colaborar como parte de su equipo de trabajo en DGDC, haciendo periodismo de ciencia. Era como volver a casa…
Durante sus años como becaria en la DGDC, Aline conoció al Dr. Miguel Alcubierre, quien trabajaba en el Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM. Así fue como ella supo del ICN y de las investigaciones que allí se realizaban. Desde entonces pensaba que ése era el lugar donde a ella le encantaría trabajar. Por eso, cuando años después se abrió allí una oportunidad para concursar por la plaza como Técnico Académico en Comunicación visual de la Ciencia, no lo dudó: ¡quería trabajar en el ICN!
El concurso al que se enfrentó fue muy duro: era una sucesión de pruebas de comunicación, diseño y web que iban pasando por lo que ella recuerda fueron un par de meses. Tenía que trabajar en DGDC y además realizar todas las pruebas para cumplir con el concurso. Pero estaba decidida: ella quería ganar la plaza. Así que con tesón se dedicó a desarrollar todos los materiales y a realizar la entrevista. Y cuando le anunciaron que había ganado, fue muy feliz. ¡El ICN sería su nueva aventura!
Lo más valioso de trabajar en el ICN ha sido la oportunidad de estudiar a los grupos de investigación como “laboratorios de sociología y comunicación”, y poder colaborar con l@s investigador@s y los grupos de trabajo.
La cercanía con ell@s permitió que Aline abriera espacios para nuevos estudiantes en comunicación de la ciencia, en Desarrollo y gestión intercultural, en Historia, Comunicación visual y en Sociología. Aline no está segura de haber sido la maestra de tod@s ell@s: cada un@ aportó su saber a la unidad de trabajo. line no puede más que agradecer con el corazón todo lo que cada un@ sus estudiantes le han enseñado.
Junto con ell@s, especialmente con su colega David Venegas y con María Fernanda Carranza, Balam Martínez y Monserrat García, y con el apoyo del Dr. Lukas Nellen y la geóloga Felipa Vega, Aline creó modalidades de comunicación intercultural sobre ciencia y tecnología que recogen aspectos del giro descolonial y del feminismo.
El trabajo de comunicar la ciencia sigue siendo un reto con múltiples preguntas y nuevos caminos.
Otra fortuna que Aline vivió en el ICN es que aprendió de su querido amigo y maestro, el Ing. Gustavo Gómez Macías, a trabajar para proyectos de desarrollo web. Él le regaló uno de los hobbies más divertidos de su vida: intentar programar páginas web y sufrir por horas para resolver los retos. Una de sus aventuras conjuntas es esta página que lees: CreadorasICN.
Lo que más le gusta hacer a Aline en sus tiempos libres es ir a conciertos de metal, gótico, electrónica alternativa y a clubes nocturnos con sus amigos “darketos” para bailar toda la noche y cenar tacos en la madrugada. No cambia por nada ir a tomar café, comer, ir al cine y a divertirse con sus amigas y colegas del trabajo y de la profesión. Pasar los fines de semana en casa con su enorme familia, con sus primos, su hermana y sus tíos. Platicar con su mamá y ver Dimensión Desconocida o Star Trek con ella. Acostarse a ver una película o un documental con sus gatos en el regazo. Leer provocaciones que la hacen repensar lo que ella cree: el feminismo y sus diversificaciones han sido fundamentales para ello.
Su mundo se hizo más brillante, diverso y feliz cuando comenzó a entrenar, hace años. Le encanta hacer circuitos, entrenamiento HIIT, Body Combat, Body Pump, Body Attack, Body Balance, GRIT y TRX. Lo mejor que le puede pasar es cerrar su día con sus amig@s en el gimnasio o en “el salón verde”, en la pista de tartán de Ciudad Universitaria, con su amiga Lulú González y el Profe Gerardo González. Ha conocido a grandes personas en el mundo del entrenamiento: aprende a ser paciente y constante como disposición de vida. Aline es instructora de Les Mills en Body Combat, Body Attack y Body Pump, y sueña con dar estas clases a estudiantes de la UNAM.
También le gusta viajar y visitar los museos de arte contemporáneo, ir a conciertos, comer local y caminar por las ciudades, mirar todo sin tomar fotografías. Le gusta ver las construcciones, los diseños, observar los modos de vida, dejar todo a la memoria y sin prisa.
Aline recomienda a las niñas y jóvenes que se enfoquen en tener para sí un medio para mantenerse económicamente, porque así pueden crear caminos menos inciertos para ellas. La independencia económica les permite tener más posibilidades de quitarse de situaciones de violencia, inseguridad o tristeza. Todos los modos y caminos son dignos, mientras no afecten a otr@s.
Les diría que no olviden que su valía no se centra en cuánto les valoran otr@s por su físico o por lo que ellas puedan dar a otr@s; que la pareja y l@s hij@s son un aspecto de la vida, no la vida misma, ni su única responsabilidad, pues su primera responsabilidad son ellas mismas. Que deben cuidarse a sí, a su futuro y su independencia. Que protejan su espacio, su cuerpo y su mente, porque juntos son su hogar. Desea que su esfuerzo sea acompañado de las mejores circunstancias y contextos para ellas.
Instituto de Ciencias Nucleares, UNAM. 2021.
Responsable de contenidos: Dra. Carmen Ortega. Página web, diseño e ilustración digital: Mtra. Aline Guevara. Edición de textos: Dra. Gabriela Frías/UCC-ICN. Código original: Ing. Gustavo Gómez Macías/GozDeveloper. Fotografías: A. Guevara/UCC-ICN; Linda Lasky; Adrien Olichon, Ryan Shumway y Josh Rose/Unsplash.