Lo que no dicen los libros

25 de junio del 2006

 

Pedro y yo hemos hecho todo lo posible por informarnos para no regarla mucho con Pedrito, aún así hay cosas que nos han agarrado por sorpresa. Por ejemplo, cuando Pedrito León tenía un día de nacido, la enfermera me preguntó que si le iba a dar chupón, "no sé", respondí. Yo había oído cosas malas de los chupones, así que decidí que no. Luego, leyendo algunos artículos en libros e internet, Pedro y yo nos convencimos de que era mejor darle chupón. Según lo que consultamos, el chupón le ayuda al bebé a enfocarse, calmarse y ¡es mejor para sus dientes que chuparse el dedo! Al menos lo primero resultó cierto. Pedrito estaba más tranquilo con su chupón en la boca y a veces lo pedía para poderse dormir y luego lo botaba cuando ya estaba profundamente dormido. Creo que a las abuelas (paterna y materna) no les agradaba mucho la adicción de Pedrito al chupón, pero nos dejaron "echar a perder" a Pedrito a nuestro modo. Por nuestra parte, nunca nos preguntamos como haríamos para que lo dejara. Un problema a la vez.

En nuestra imaginación nuestro bebé dormiría plácidamente en su cuna que habíamos adornado con su móvil de animalitos, tres juegos diferentes de colchita, sábana y cabecera y una colección de leones de peluche traídos por su abuela materna. Pero ya estando con nosotros la cuna nos pareció muy grande, muy lejana. Así que Pedrito durmió en una camita pequeña diseñada para dormir en la misma cama que nosotros de manera segura. La camita no cupo muy bien con nosotros así que la pasamos al mueble para cambiarle los pañales, puesto al pie de nuestra cama. Poco a poco Pedrito León se rehusó a dormir ahí. En cuanto caía dormido en mis brazos lo pasaba suavemente a su camita y tan pronto como su cabecita tocaba la cama, zas, se despertaba. Secretamente (o sea, a escondidas de Pedro), Pedrito León empezó a dormir sobre mi pecho, entonces ambos descansábamos, a veces hasta 3 horas. El problema se fue agravando. Pedrito León no quería dormir en su cuna o su camita, sólo con nosotros. Dormido estiraba la manita o un  pie para asegurarse que seguíamos ahí.

Pedro leyó y leyó y así nos enteramos de que hay bebés que tienen mayores necesidades que otros, y que la mejor estrategia era darles lo que ellos pedían y después, poco a poco, irlos acostumbrando a otras cosas como dormir en su propia cama. Yo me resigné de inmediato. Pedro tuvo premoniciones apocalípticas de un hijo adolescente durmiendo entre sus papás. Pero sin importar nuestras predicciones y sabiduría, las opciones eran simples: dormimos todos en la cama o nadie duerme. Para nuestra sorpresa, nos fuimos encontrando con muchas otras personas cuyos bebés durmieron en su cama. Aunque también estaban los que no veían nada bien eso de dormir con el bebé: "¿Y no tienen miedo de aplastarlo?" "Los bebés necesitan su espacio", nos decían. Nosotros, convencidos de que un niño no debe dormir en la cama de sus papás, pero que no nos quedaba de otra, hacíamos planes para acostumbrar a Pedrito a su cuna. Todas las estrategias fallaron, finalmente, nos rendimos.

A los 7 meses Pedrito León intentó sacarme de la cama, todas las noches me pateaba y me empujaba tan fuerte que yo acababa en el borde de la cama. Lo único que se me ocurrió fue pegar la cama y la cuna quitando uno de los barandales de la cuna. El resultado fue asombroso. Pedrito León estaba fascinado con su nuevo espacio. Dio vueltas de un lado para otro, cantó, exploró el mundo tras los barandales. Ahora duerme en su cuna y si intentamos dormirlo con nosotros o en los brazos, de inmediato protesta y pide su camita. Casi al mismo tiempo, dejó de pedir su chupón. Cuando intentamos dárselo, unos minutos después lo botaba y, a veces, hasta se molestaba con nosotros por quererle dar el chupón.

  Dicen los libros que cuando un bebé se siente amado y protegido va adquiriendo la confianza que requiere para convertirse en un ser independiente y seguro de si mismo, pero esas son guías generales, supongo que los detalles dependen de cada niño. No imaginábamos que Pedrito León haría por sí mismo algunas cosas que nosotros, inútilmente, tratamos de obligarlo a hacer. Ahora sabemos que la paciencia y el amor serán recompensadas con esos pequeños grandes logros y entonces, ser padre no parece tan difícil.

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