Burillo
LABORATORIO DE QUÍMICA DE RADIACIONES
EN MACROMOLÉCULAS
ORCID ID: 0000-0001-8993-4923
Por ejemplo, la carpintería y la mecánica. De acuerdo con ella, “eso fue muy bueno, porque me enseñó a ser muy independiente”. Por otro lado a su padre le molestaba el “vicio” de su hija por leer y estudiar a todas horas. Junto con la primaria, inició sus estudios de piano y dio su primer recital a los siete años. Guillermina cursó hasta el tercer año de primaria en Coatepec, donde imperaba el machismo y donde veía sufrir a las mujeres por ello. Desde entonces, ella se prometió estudiar y llegar a valerse por sí misma, para no depender de nadie. A los ocho años se mudó con su familia al D.F. y terminó la primaria en una escuela pública llamada Amado Nervo.
Continuó con sus estudios en la secundaria No. 2 “Ana María Berlanga”, cerca de donde hoy está el metro San Cosme (en aquella época no existía el metro). Desde ahí caminaba hasta la estación Buena Vista de trenes para tomar un autobús a la colonia Lindavista. En esa escuela, quedó en primer lugar de promedio en su grupo y en segundo lugar de toda la escuela. Posteriormente, inició sus estudios en la Preparatoria No. 5, donde era parte de un grupo de 60 alumnos de los cuales solamente 4 eran mujeres. Fue durante ese periodo que decidió estudiar química. Le encantaban las matemáticas, la física y la química, en ese orden, por lo que fue a hablar con los profesores que impartían dichas materias.
“El profesor de matemáticas me dijo que no tenía futuro, fui con el de física y me dijo que no había futuro y que no estudiara eso. La química tiene mucha física y muchas matemáticas. Pensé ¡esto es lo mío!, por eso decidí convertirme en química”, comentó Guillermina. Una de los episodios que más recuerda de su época preparatoriana, es que le tocó romper una huelga. Para hacerlo, se saltó una barda del plantel de la Preparatoria como líder de un grupo de estudiantes mujeres, que lograron reanudar las actividades del plantel.
En 1961 ingresó a la entonces Escuela de Química en Tacuba, donde cursó el primer año de la carrera. En su salón había 150 alumnos, de los cuales terminaron la carrera 35. Guillermina se tituló con mención honorífica y deseaba hacer un posgrado. Sin embargo, la Escuela de Química no tenía posgrado en aquella época. Existía un posgrado en el Instituto de Química, que prefería no tener mujeres como estudiantes. “Había algunas mujeres, pero para entrar al posgrado casi les hacían jurar que no se iban a casar y que no iban a tener hijos”, comenta la investigadora. Cuando se abrió la Maestría en Ciencias Nucleares de la Facultad de Química, ella ya estaba casada y trabajaba. Decidió inscribirse en este programa, en el que solamente había cursos por las tardes, lo que le permitió trabajar por las mañanas y atender su casa además de estudiar.
Al terminar la maestría, ella quería continuar con un doctorado. Como el posgrado en Ciencias Nucleares no otorgaba el grado de doctor, intentó hacerlo en el área de Bioquímica de la Facultad de Medicina. Sin embargo, los profesores se resistían a que tomara dicho posgrado por ser mujer pretextando, entre otras cosas, que seguramente no podría quedarse en el laboratorio trabajando hasta tarde. En ese momento, Guillermina tenía dos hijos y lamentablemente su esposo murió. Fue entonces cuando decidió seguir sus estudios en Francia. Cuando inició su doctorado, ya era investigadora del entonces Laboratorio Nuclear, al que ingresó en 1967, seis meses después de su fundación. Así, con apoyo de Conacyt tomó un sabático que usó para cursar el primer año de estudios en la Université Pierre et Marie Curie, de Francia.
Posteriormente, continuó con su tesis desde México y obtuvo el grado de Doctora en Química, con mención honorífica en 1983. Al tiempo que concluía sus estudios doctorales, fundó el Laboratorio de Química de Radiaciones en Macromoléculas, cuya infraestructura tuvo que diseñar con los pocos componentes que se podían conseguir en México en aquella época; además, tuvo que aprender varias técnicas en el proceso.
Para Guillermina Burillo, los 52 años que ha pasado en el ICN representan una “oportunidad maravillosa”. Muchos de sus compañeros de la carrera de química decidieron trabajar en la industria, pero para ella trabajar en la Universidad es la mejor opción. “Uno está trabajando y haciendo algo que le gusta mucho”. Para ella es una gran satisfacción que sus alumnos tengan desempeños sobresalientes y que sus tesis ganen reconocimientos, pues ellos serán los representantes en el futuro del ICN y de la UNAM en varios foros nacionales e internacionales.
Al preguntarle qué consejo le daría a una mujer joven que esté empezando su carrera científica, Guillermina comentó que para algunas mujeres todavía es complicado dividir el tiempo entre su familia y su carrera. Si ella hubiera renunciado a alguna de las dos cosas, probablemente se habría arrepentido. Sin embargo, hay un justo medio en que se puede hacer ambas cosas. Es difícil, pero sí se puede.
Por ejemplo, la carpintería y la mecánica. De acuerdo con ella, “eso fue muy bueno, porque me enseñó a ser muy independiente”. Por otro lado a su padre le molestaba el “vicio” de su hija por leer y estudiar a todas horas. Junto con la primaria, inició sus estudios de piano y dio su primer recital a los siete años. Guillermina cursó hasta el tercer año de primaria en Coatepec, donde imperaba el machismo y donde veía sufrir a las mujeres por ello. Desde entonces, ella se prometió estudiar y llegar a valerse por sí misma, para no depender de nadie. A los ocho años se mudó con su familia al D.F. y terminó la primaria en una escuela pública llamada Amado Nervo.
Continuó con sus estudios en la secundaria No. 2 “Ana María Berlanga”, cerca de donde hoy está el metro San Cosme (en aquella época no existía el metro). Desde ahí caminaba hasta la estación Buena Vista de trenes para tomar un autobús a la colonia Lindavista. En esa escuela, quedó en primer lugar de promedio en su grupo y en segundo lugar de toda la escuela. Posteriormente, inició sus estudios en la Preparatoria No. 5, donde era parte de un grupo de 60 alumnos de los cuales solamente 4 eran mujeres. Fue durante ese periodo que decidió estudiar química. Le encantaban las matemáticas, la física y la química, en ese orden, por lo que fue a hablar con los profesores que impartían dichas materias.
“El profesor de matemáticas me dijo que no tenía futuro, fui con el de física y me dijo que no había futuro y que no estudiara eso. La química tiene mucha física y muchas matemáticas. Pensé ¡esto es lo mío!, por eso decidí convertirme en química”, comentó Guillermina. Una de los episodios que más recuerda de su época preparatoriana, es que le tocó romper una huelga. Para hacerlo, se saltó una barda del plantel de la Preparatoria como líder de un grupo de estudiantes mujeres, que lograron reanudar las actividades del plantel.
“Durante mi época como estudiante de química yo siempre quería ganarles a todos, especialmente a los hombres. Entonces, llegué a una clase en la que yo era la única que se sabía el tema que estábamos estudiando. El maestro, gratamente sorprendido me dijo parafraseando al poeta Salvador Díaz Mirón: ‘usted es como el león para el combate y todos los demás son como palomas para el nido’ ”.
En 1961 ingresó a la entonces Escuela de Química en Tacuba, donde cursó el primer año de la carrera. En su salón había 150 alumnos, de los cuales terminaron la carrera 35. Guillermina se tituló con mención honorífica y deseaba hacer un posgrado. Sin embargo, la Escuela de Química no tenía posgrado en aquella época. Existía un posgrado en el Instituto de Química, que prefería no tener mujeres como estudiantes. “Había algunas mujeres, pero para entrar al posgrado casi les hacían jurar que no se iban a casar y que no iban a tener hijos”, comenta la investigadora. Cuando se abrió la Maestría en Ciencias Nucleares de la Facultad de Química, ella ya estaba casada y trabajaba. Decidió inscribirse en este programa, en el que solamente había cursos por las tardes, lo que le permitió trabajar por las mañanas y atender su casa además de estudiar.
Al terminar la maestría, ella quería continuar con un doctorado. Como el posgrado en Ciencias Nucleares no otorgaba el grado de doctor, intentó hacerlo en el área de Bioquímica de la Facultad de Medicina. Sin embargo, los profesores se resistían a que tomara dicho posgrado por ser mujer pretextando, entre otras cosas, que seguramente no podría quedarse en el laboratorio trabajando hasta tarde. En ese momento, Guillermina tenía dos hijos y lamentablemente su esposo murió. Fue entonces cuando decidió seguir sus estudios en Francia. Cuando inició su doctorado, ya era investigadora del entonces Laboratorio Nuclear, al que ingresó en 1967, seis meses después de su fundación. Así, con apoyo de Conacyt tomó un sabático que usó para cursar el primer año de estudios en la Université Pierre et Marie Curie, de Francia.
Posteriormente, continuó con su tesis desde México y obtuvo el grado de Doctora en Química, con mención honorífica en 1983. Al tiempo que concluía sus estudios doctorales, fundó el Laboratorio de Química de Radiaciones en Macromoléculas, cuya infraestructura tuvo que diseñar con los pocos componentes que se podían conseguir en México en aquella época; además, tuvo que aprender varias técnicas en el proceso.
Guillermina ha tenido un gran número de retos durante su carrera. Por ejemplo, hace algunos años fue invitada a una reunión de International Atomic Energy Agency, donde había participantes de todo el mundo y donde ella era la única latinoamericana y la única mujer.
Para Guillermina Burillo, los 52 años que ha pasado en el ICN representan una “oportunidad maravillosa”. Muchos de sus compañeros de la carrera de química decidieron trabajar en la industria, pero para ella trabajar en la Universidad es la mejor opción. “Uno está trabajando y haciendo algo que le gusta mucho”. Para ella es una gran satisfacción que sus alumnos tengan desempeños sobresalientes y que sus tesis ganen reconocimientos, pues ellos serán los representantes en el futuro del ICN y de la UNAM en varios foros nacionales e internacionales.
Al preguntarle qué consejo le daría a una mujer joven que esté empezando su carrera científica, Guillermina comentó que para algunas mujeres todavía es complicado dividir el tiempo entre su familia y su carrera. Si ella hubiera renunciado a alguna de las dos cosas, probablemente se habría arrepentido. Sin embargo, hay un justo medio en que se puede hacer ambas cosas. Es difícil, pero sí se puede.