En 1957, cuando comenzó la exploración espacial nadie se preocupó por la basura que se mantendría orbitando la tierra por miles de años, es más no se veía como un problema ya que las misiones eran escasas y el espacio parecía inmenso, sin embargo, con el llamado “nuevo espacio” en el cual un gran número de nuevos actores puede lanzar cohetes o satélites al exterior, los desechos se han convertido en un serio problema.
Desde la década de los 50 y hasta 2020 se habían lanzado alrededor de seis mil satélites, de los cuales había aproximadamente cuatro mil en órbita y de ellos tres mil estaban funcionando y los otros ya estaban en desuso. Pero con la entrada masiva del sector privado al mercado espacial, de los cuales Styarlink, propiedad de SpaceX, es un ejemplo, la cantidad de satélites se ha incrementado de manera exponencial.
Algunos de los satélites Starlink v2 Mini antes del lanzamiento (Foto: SpaceX)
Solamente Starlink, en el sector de internet de banda ancha, ya ha lanzado al menos 3 mil 700 satélites en dos años, pero su objetivo es poner en órbita en los próximos años un total de 12 mil, y contempla en una segunda etapa lanzar hasta 45,000 satélites. A esto se le suma muchas otras empresas y gobiernos en un sin fin de actividades posibles en órbitas bajas. Estas son cantidades de objetos sin precedentes, que opacan en mucho lo que se ha lanzado desde que el hombre empezó a salir al espacio.
Pero el mayor reto no es la cantidad de satélites orbitando, el principal desafío consiste en que cada vez que se lanza un satélite se genera mucha basura adicional, pues conviene recordar que para poner en órbita los artefactos se deben enviar en un cohete, que genera muchos otros fragmentos debido a dispositivos pirotécnicos utilizados en la separación de sus etapas, cofia y liberación de los satélites. Al hacer esto, se generan cientos de piezas o residuos que quedan orbitando. Más aún, las propias etapas superiores del cohete pueden quedar orbitando la tierra por mucho tiempo si no se toman los recaudos necesarios o existen fallas en los mecanismos de control.
De esta manera, podemos decir que la basura espacial tiene varios componentes que van desde fragmentos pequeños, es decir, entre uno y 10 centímetros, de los cuales hay alrededor de 900 mil en órbita y otros mayores a 10 centímetros, de los cuales se estima que haya 34 mil, según información de la Agencia Espacial Europea (ESA). A esto se suman 130 millones de objetos de entre 1 milímetro 1 centímetro y tal vez dos mil billones de fragmentos menores a 1 milímetro. En total, se estiman unas nueve mil 800 toneladas de basura espacial en órbitas bajas.
De los primeros, es decir, de los pequeños, pueden ser gotas de combustible que al salir al espacio se convierten en pequeños “copos” de nieve o bien algunas piezas pequeñas que orbitan a unos siete u ocho kilómetros por segundo, los cuales representan peligro a pesar de su tamaño, pues debido a sus altas velocidades puede producir daños mensurables si llegan a chocar con un satélite operacional.
Ya la cantidad de satélites Starlink V1 era enorme. El tamaño de los satélites V2 Mini es comparablemente menor pero, ¿quién se hace cargo de las versiones anteriores, ya ubicadas y abandonadas en órbita? (Foto: SpaceX)
No obstante, también hay piezas gigantescas de hasta 12 metros de longitud que representan serias amenazas para la exploración espacial y colocación de nuevos satélites. De hecho, ya han sucedido algunas colisiones entre satélites y basura, por ejemplo, en 2009, un satélite de origen norteamericano se impactó con otro de origen ruso que tenía más de 10 años de desuso.
Actualmente ya hay muchos actores espaciales que diseñan sus cohetes y satélites para que después de su vida útil regresen a la tierra, sin embargo, no todos ha sido así de cuidadosos, tal es el caso de los chinos y los rusos.
En 2007, los chinos decidieron probar un sistema de misiles para destruir satélites, el sistema resultó “exitoso”, lograron derriban uno de sus propios satélites, pero esta prueba generó miles de piezas de basura. Sabiendo lo desastroso que había resultado, en cuanto a basura espacial se refiere, el año pasado los rusos decidieron probar su propio misil también para derribar satélites, generando igualmente una gran cantidad de nuevos fragmentos de basura espacial.
En opinión del doctor Gustavo Medina Tanco, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM, “el problema es que el espacio es más o menos como las aguas profundas en los océanos, son de todo el mundo y no son de nadie”.
Esto quiere decir que no hay directamente un ente regulador, no es como el espacio aéreo en el que hay acuerdos internacionales que lo reglamentan y además se cuenta con controladores de tráfico.
Por ejemplo, “en el espacio cuando se puede estimar una cierta probabilidad de colisión, hay que decidir quién de las partes involucradas tomará una acción evasiva cambiando de órbita, pero desplazarse tiene un costo y aquí la pregunta es ¿quién de las dos partes involucradas va a pagar ese costo?”, señaló el especialista en temas espaciales y responsable del Laboratorio de Instrumentación Espacial LINX.
“Puede ser que el satélite no cuente con combustible siquiera para moverse. Pero si lo tiene y lo usa para moverse y cambiar de órbita, eso afecta el servicio que da, además, disminuye la cantidad de combustible para realizar otras maniobras que debe realizar, por lo tanto, reduce su vida útil y eso también representa dinero…Y entonces, en este caso ¿quién debe moverse?”.
El año pasado hubo una alarma de posible colisión entre dos satélites, uno era de la empresa Starlink, de Elon Musk, y otro de La Comunidad Económica Europea (CEE), que da servicios meteorológicos y para la agricultura, entre otros, y el que terminó moviéndose fue justamente el de la CEE.
Otro problema destacado por Medina Tanco, es que "además de estas acciones operacionales, está el problema de que en algún momento deberán retirarse satélites en desuso, o pedazos grandes de basura. Ya hay empresas desarrollando tecnologías para hacerlo. Pero esto tendrá un costo inmenso y, nuevamente, habrá que decidir quién corre con dichos costos. Esto es un desafío semejante al de distribuir entre países desarrollados y emergentes el costo de la mitigación de los efectos del cambio climático.”
Para el doctor Medina Tanco, el problema de la basura espacial y la reglamentación del espacio requiere de soluciones robustas que sean analizadas por un conjunto de actores multidisciplinarios como (ingenieros, abogados, economistas, empresarios, políticos y de relaciones internacionales), en el cual los países emergentes deben ser participantes activos tanto en foros diplomáticos internacionales con en la arena tecnológica.