El proceso

Antes que nada va una disculpa para Kafka por piratear el título de su libro, pero no puedo llamar Diario o Bitácora a lo que inicio ahora, porque ni voy a escribir diario, ni empecé cuando debía, así que será más bien un recuento desorganizado del proceso de ser madre. Irá creciendo conforme encuentro cosas que contar y tiempo para hacerlo.

El bailarín

Cuando comento lo mucho que patea Pedrito León, el comentario más común es: "va a ser futbolista". Grrrr... Los que me conocen bien saben que mi hombre ideal tenía sólo tres características indispensables: ser inteligente, buen bailador y que NO le gustara el fútbol. Tuve la suerte de encontrar un hombre así. Ahora sólo espero que mi hijo siga el buen ejemplo de sus padres y no le guste el fútbol. Yo prefiero pensar que Pedrito será bailarín o cirquero. Cuando le comenté esto a unas amigas, hubo quien comentó algo así como "¿bailarín? ¿estás segura?". Entonces me acordé: claaaro, todos los bailarines son gay ¿no? Carambas.  Como a mi me purgan los estereotipos aclaré que mi niño no sería bailarín de ballet sino de salsa como esos latinos morenos, sexys y fuertotes que son muy machos.

Hablando en serio, siempre me han molestado que los padres esperen que el hijo se dedique a alguna cosa en particular. O peor, cuando el hijo por fin se decide le salen con que "y esa carrera para qué sirve", "y de qué vas a vivir" y tonterías por el estilo. Los que han dicho esto seguro se justificarán diciendo que lo hacen porque se preocupan por el futuro de sus hijos y que lo hacen por su bien. Yo no veo qué puede ser mejor que alguien haga aquello que lo hace sentir bien, incluso si es algo tan "inútil" como ser científico o escritor.

No se si mi hijo algún día leerá estas líneas. Si es así, quiero que sepa que hice público mi compromiso de que él puede dedicarse a lo sea que lo haga feliz, porque de hecho lo hará con o sin mi permiso. Tal como lo hicimos su padre y yo.

Agosto, 2005

 

La quejosa

Cuando mi embarazo comenzó, lo confundí con mi síndrome premenstrual o mi depresión. Ambas situaciones se sienten muy similares con la diferencia de que la primera es cíclica y la otra aparece cada vez que se le da la gana. Así me sentía hasta que descubrí que estaba embarazada. Entonces me sentí peor.  El primer mes había pasado con mucha hambre y síntomas difusos. Luego vino el segundo mes. Ascos, dolores de cabeza y sueño, mucho sueño, todo el día. Pero contrario a lo que se pensaría ¡no podía dormir! Dormitaba. Durante semana y media no pude trabajar. En parte porque me sentía horriblemente cansada pero lo peor era el dolor de cabeza cuando veía una pantalla de computadora. Comer era todo un reto. Si comía demasiado rápido las consecuencias eran muy desagradables. No podía comer cosas ligeras como sopas y ensaladas porque mi estómago protestaba como si no hubiera comido nada. El hambre era un dolor en el estómago como no lo había sentido antes y eso que no dejaba pasar más de cuatro horas entre comida y comida. Y claro, después de comer, me sentía mal otra vez. Aprendí la lección más importante del embarazo: escuchar a mi cuerpo. Tomar agua si tienes sed, no comer aquello que te da asco, descansar si tienes sueño.

Las hormonas de una mujer embarazada se duplican cada tercer día durante el primer trimestre, luego todo se estabiliza. Las consecuencias de la borrachera hormonal pueden ser muy distintas. He oído mujeres que dicen que se sentían de maravilla. En el otro extremo están las que la pasaron terriblemente mal durante todo el embarazo. Mis achaques, según los médicos estaban dentro del promedio. Curiosamente, la mayoría de las madres con las que había platicado habían tenido embarazos "maravillosos". Si la estadística no me fallaba, eso significaba que la mayoría de las mujeres tienen síntomas durante el embarazo pero casi nadie habla de ello.

Así que los primeros meses, cuando tenía energía, despotricaba contra las madres que sólo decían que se habían sentido de maravilla. Poco a poco, ante mi insistencia y quejas, las historias fueron saliendo. Mi mamá me contó de cuando le daban calambres en las piernas, mi cuñada de sus remedios para la gastritis, una amiga de sus antojos y así. Son las madres jóvenes las que han sido más abiertas al respecto. Me preguntan ¿cómo te sientes? y comparten conmigo sus experiencias. Eso si que ha sido maravilloso.

Los tres primeros meses pasaron y con ello los síntomas más desesperantes. En el segundo trimestre de lo más que tenía que preocuparme era de comer bien (tenía mucha, mucha hambre) y de contar con un baño cerca. Ahora estoy en el séptimo mes y Pedrito León apenas cabe en mi útero, como consecuencia me apachurra los pulmones lo que hace difícil un proceso tan simple como respirar. A veces lo que empuja es el estómago o le da por usar mi vejiga de almohada. Mi espalda me duele y tengo mucho calor. O sea, todo normal.

Agosto, 2005

 

Los días de la panza

No fue la mejor manera de anunciar su presencia. Pero sin duda se hizo notar. El dolor de cabeza, el hambre, el cansancio, dos líneas rosas en la prueba casera de embarazo. Luego el ultrasonido que mostraba un frijolito latiente y movedizo. El bom, bom amplificado por el equipo médico. Durante los dos meses siguientes nos conformamos con vigilar mis achaques. "¿Cómo se siente?", preguntaba el médico. "Terrible", respondía yo. "Ah, entonces, todo va bien". Al tercer mes, el médico colocó un aparatito sobre mi vientre. Ahí estaba, el latido del bebé... por unos segundos. Luego se escapó y el médico tuvo que perseguirlo hasta que se quedó quieto el tiempo suficiente como para medir su ritmo cardiaco. Miré a Pedro emocionada, nos tomamos de la mano. Nos enamoramos de ese sonido rítmico y preciso. Esperamos con impaciencia las cuatro semanas entre cita y cita para volverlo a oír. Ahora me sentía mucho mejor. Algunas amigas me dijeron: esta es la mejor etapa, disfrútala. Así fue. Los ascos, la acidez y el sueño se terminaron. Mi única frustración era verme gorda y no embarazada. Para el cuarto mes empecé a sentirlo. Era una bolita indefinida presionando los bordes de mi útero. Pedro preguntó: "¿cómo se siente?". "No sé, diferente", le dije. No pude describirlo, pero la alegría que me causaba fue suficiente para contagiar a Pedro. A veces iba corriendo con él para decirle apurada: "Pon la mano aquí, míralo ahí está". Al quinto mes, sus movimientos se volvieron golpecitos nítidos en mi interior. Tenía espacio suficiente para brincar y darse vueltas, así que supongo que lo hacía. Ya no tenía que esperar a que él médico me dijera como iban las cosas. Yo lo sabía. Casi diario podía sentirlo.

Llegó el quinto mes y un ultrasonido nos dijo que era 100% seguro que se trataba de un niño. El bebé se convirtió en Pedro León. El ultrasonido nos mostró, además, a un humanito completo y hermoso que movió sus manitas ante la presión del aparato y luego volvió a quedarse quieto, dormidito. La familia Molina Segura dejó Pennsylvania. Durante el camino Pedrito León pateó cada día más fuerte y mi panza comenzó a verse embarazada, bueno, un poquito embarazada. Llegando a California nos encontramos que la nueva "aseguranza" médica no funcionaba tan fácilmente como en Pennsylvania y tuvimos que esperar 5 semanas antes de ver a nuestro nuevo ginecólogo. Pasé mi primera semana en la soleada California con un catarro terrible, Pedrito León dejó de patear. Tomé litros de jugo de naranja, la única medicina que me permití tomar y que además se recomienda para que los fetos se muevan. Pedrito se negó a moverse. Me preocupé. De pronto creía sentirlo, muy suavecito, y me preguntaba si era él o eran mis deseos de que todo estuviera bien. Pedro me tranquilizó: "Ya sabes que a veces no andan de humor para moverse". Sin la posibilidad de que el médico lo oyera y me tranquilizara, pasé un par de semanas en un pequeño infierno, buscando en mi cuerpo cualquier indicio de que algo anduviera mal. Pedrito León volvió a las andadas unas dos semanas después de nuestro arribo a California. Sus huesitos ahora eran más firmes y eso se notaba en cada patadita. Mi alegría duró poco pues una semana después comenzó una terrible comezón en mi vientre que se expandió hasta mis brazos y piernas. Así me enteré de una extraña urticaria que les da a 1 en cada 200 mujeres embarazadas primerizas. Pasé casi dos semanas sin dormir hasta que el dermatólogo me explicó de lo que se trataba y me mandó medicamento. La comezón cedió y Pedrito seguía bailando sin que le afectara en lo más mínimo la condición de su madre.

En esas noches, entre los 6 y 7 meses, podría jurar que Pedrito León hacía fiestas y tenía invitados. Si no era eso, entonces mi hijo era un pulpo, ¿de qué otra manera podía explicar todos esos golpes en mi interior? Fue en esos meses cuando descubrí el hipo. Había leído que a los bebés les daba hipo, pero se me hacía increíble hasta que lo sentí. Pedrito saltaba rítmicamente cada 5 o 10 segundos: era el hipo. Ahora le da casi diario; a veces hasta dos veces al día. El hipo nos despierta a ambos. Mi panza salta acompañando a su pechito por unos minutos hasta que Pedrito despierta, se mueve, manotea, se estira. Acaricio mi vientre esperando que él reciba mi caricia y se tranquilice.

Pedrito León nacerá pronto y ahora no tiene espacio donde moverse. Al octavo mes se puso de cabeza y ahora sé dónde están sus piernas y sus brazos. Cada pequeño movimiento es perceptible. A veces duerme y sólo se mueve un poco para acomodarse y seguir dormido. Luego despierta y se mueve suavecito. Otras veces se mueve tanto que mi vientre se convierte en un paisaje ondulante. Pedrito se estira y puedo sentir sus manitas apretando mi vejiga mientras un pie se clava dolorosamente en mis costillas. Le digo que no debe maltratar así a su mami mientras, con un suave movimiento circular, hago que su pie vuelva a donde ya no alcanzo a sentirlo. Pedrito cede a ratos. Duerme por dos o tres horas y luego despierta, se mueve, se cansa, patea con fuerza, más suave, pasan unas horas y vuelve a dormir.

Sus padres se sientan a admirar la panza movediza, imaginan lo que hará Pedrito León. Crean diálogos, historias, sensaciones. Lo imaginan allá adentro escuchando, calientito, apretado, hambriento, riéndose, durmiendo. Sólo él sabe lo que olvidará. Sus padres sueñan con que recuerde sus voces, las canciones, los sabores, el murmullo del vientre-universo. Nacerá y las primeras líneas de esta hoja en blanco estarán escritas, hablarán de amor y esperanza por un futuro desconocido.

Septiembre 10, 2005

 

Desesperadamente esperando a Pedrito León

Cuando le dije a mi mamá que el bebé nacería alrededor del 8 de octubre, ella me comentó que en sus tiempos los bebés siempre se adelantaban a la fecha predicha por los médicos. Era una época sin ultrasonidos donde el sexo del bebé se adivinaba por la forma de la panza o suspendiendo un anillo con un hilo sobre el vientre materno. Pero, aunque uno crea que lo más útil del ultrasonido es saber el sexo del bebé, eso es lo menos importante para el médico. De hecho uno les ahorra trabajo si no quiere saber el sexo del bebé. Lo que examinan son las medidas de diferentes partes del cuerpo del feto o del embrión, calculan su peso y, de acuerdo a eso, establecen el tiempo de desarrollo y posible fecha para el nacimiento.

Pedrito León ha sido muy consistente. Desde las 8 semanas, los médicos calcularon que llegaría el 8 de octubre. Los dos siguientes ultrasonidos, uno a los 5 y otro a los 8 meses dieron fechas muy cercanas al 8 de octubre. Hace tres semanas Pedrito pesaba 2.5 kg, suponemos que ahora ya anda cerca de los 3 kg porque mi panza sigue creciendo y yo aumenté casi 2 kilos en las últimas semanas. Me gustaría creer que los dos kilos están en el líquido amniótico y el bebé, pero el tamaño de mis muslos me dice que mi hermoso hijo guardó algo para su mami. Esta última semana no aumenté de peso, creo que Pedrito se está preparando para salir.  Eso espero. Desde hace tres semanas el médico me dijo: "puede nacer en cualquier momento y no hay de que preocuparse".

Hace dos meses pensaba que entre más se tardara en nacer, mejor, así yo podía adelantar con mi trabajo y preparar todo para su nacimiento. Definitivamente he cambiado de opinión. desde hace 3 semanas, mis pies están hinchados, así que mi colección de hermosos zapatitos está abandonada porque ahora sólo puedo andar en tenis. Mi sueño se interrumpe por pequeñas contracciones, excursiones constantes al baño y músculos adoloridos. Para las 4 de la tarde mi vista se vuelve borrosa y mi capacidad de concentración está anulada. Así que ahora estoy en casa. Esperando. Busco algo en que entretenerme considerando que: no puedo estar en una misma posición por mucho tiempo, especialmente de pie; no puedo agacharme ni sentarme en el suelo; mi vista y mi cuerpo se cansan rápidamente; no puedo respirar los gases emanados de los líquidos para hacer limpieza y más de 10 minutos caminando significan pies hinchados y piernas adoloridas por las siguientes 3 horas. Como consecuencia lógica estoy desesperada porque Pedrito llegue ya. No sólo quiero deshacerme de este malestar, quiero conocerlo, poder verlo a los ojos.

Lo imagino dulce y cariñoso como su papá, con cabello negro y ojos expresivos, aprendiendo a sonreír, a caminar, a decir "mamá". Parecen los 9 meses mas largos de mi existencia, pero hace tanto que te soñaba, Pedrito León, que es como si te hubiera esperado toda la vida.

 

28 de septiembre del 2005

 

 

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